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jueves, 3 de noviembre de 2011
no hay trato, Juanjo Barral
NO HAY TRATO
En casa se repartían hostias
sin confesar.
Hasta que una mañana
Azucena, la única que llevaba
siempre las de perder,
le pidió a Rubén
que por favor le cogiera la toalla
del tendal, a 13 pisos de altura.
Sólo tuvo entonces
que trincarle por los pies
y parárselos para siempre
empujando un poco.
Ahora ella vive
y él deja vivir.
VOCES DEL EXTREMO [POESÍA Y UTOPÍA], VV.AA. Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer, 2002
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