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jueves, 2 de diciembre de 2010

Un poema de Dominique Batraville




Una lluvia de desastres azotó mi jardín
sembrado de plantitas, de flores de esperanza,
de palmeras donde ondeaba la moral en alto,
y, en el centro, un castillo blanco de mármol.
El Palacio se ha hundido, sólo queda el llanto.

De repente el cielo se oscureció.
El alma se deshizo en pedazos.
En Champs de Mars los dioses son indoloros,
de fiesta los ángeles y los loas en el prostíbulo
mientras se hundía el Palacio dejando sólo el llanto.

Las calles de mi jardín se pavimentan
del cuerpo cadavérico de sus beldades, sus esperanzas.
En los cerros de Pétionville y de Delmas
se cuela una avalancha de savia color púrpura.
El Palacio se ha hundido, sólo queda el llanto.

Sobrevivir para dar sepultura a los cadáveres,
para llevar el duelo y contar cómo sucedió el desastre.
En verdad os digo, sobrevivir en condiciones similares
es comprobar que al fin y al cabo uno está muerto en vida.
Y ahora, ¿para qué ser haitiano si ya el Palacio no existe?


Dominique Batraville

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