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miércoles, 30 de junio de 2010



pues sí, finalmente fui a Literanta. Y la cosa no estuvo mal: conocí a Manuel Vilas (compré su libro) y a Agustín Fernández Mayo, no vi el fútbol, me tome una buena cerveza y, lo mejor de todo, encontré el último poemario de David Eloy Rodríguez, Para nombrar una ciudad, donde vienen poemas como éste:



COMO NIÑOS QUE TIRAN PIEDRAS A LOS TRENES



Creían que nos modelaban a su imagen y semejanza, que comíamos hojas
caídas y que cada uno heredaba la enfermedad de su padre.

Pensaban que se nos irían pudriendo las horas vivas en la telaraña bajo un alud de
hojarasca y cáncer, que el tiempo, tarde o temprano, cegaría las ventanas.

Pero nosotros éramos insomnes. Desobedecimos sus nanas de cieno y dedicamos
las noches a destejer sus mentiras y a pensar en pétalos y agua y en
música para bailar descalzos.

Era simulación que nos gustara el lodo, era mentira. Teníamos los ojos del
corazón abiertos, porque el corazón bastardo e inocente cuya gramática
amamos no descansa nunca:

nos guarda tras el horror, insomne.

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